Un nuevo análisis que abarca 1.176 especies de mamíferos y aves ha aportado evidencia convincente del por qué las mujeres viven más que los hombres.
Va más allá de la teoría de que los hombres tienden a estar a situaciones de riesgo y que beben más alcohol, pues va en la biología.
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El estudio realizado por Fernando Colchero y Johanna Staerk y publicado por la revista Science Advances, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, analizó datos de 528 especies de mamíferos y 648 especies de aves, demostrando que la razón biológica detrás de la mayor longevidad de las mujeres podría estar en sus cromosomas.
A diferencia de los hombres, que tienen un cromosoma X y uno Y, las mujeres cuentan con dos cromosomas X. Esta “doble copia” actúa como una red de protección: si uno de los X tiene una mutación dañina, el otro puede compensar ese defecto. En cambio, los hombres no tienen esa ventaja genética, por lo que son más vulnerables a ciertas enfermedades y problemas asociados al envejecimiento.
Esta diferencia cromosómica, observada también en otras especies, ayuda a explicar por qué, incluso en contextos históricos y culturales muy distintos, las mujeres tienden a vivir más que los hombres.
LOS CROMOSOMAS NO LO EXPLICAN TODO
El estudio también señala que otros factores evolutivos, como la selección sexual y las estrategias reproductivas, influyen en la longevidad.
En muchas especies, los machos compiten intensamente por las hembras, lo que los lleva a desarrollar comportamientos más agresivos, cuerpos más grandes o llamativos, y a asumir mayores riesgos para reproducirse. Estos costos, tanto energéticos como físicos, terminan acortando su esperanza de vida.
En contraste, las hembras tienden a invertir más en el cuidado de las crías y a evitar situaciones peligrosas, lo que favorece una vida más larga y estable. Esta diferencia de roles entre los sexos no solo ocurre en humanos, sino que se repite en gran parte del reino animal. Además, los investigadores descubrieron que en las aves, donde el sistema cromosómico es diferente, las hembras tienen un par ZW y los machos ZZ, la tendencia se invierte: en la mayoría de las especies analizadas, los machos vivieron más que las hembras.
Este patrón refuerza la teoría de que la clave no está solo en el comportamiento o el ambiente, sino en cómo está compuesto genéticamente cada sexo.
En definitiva, este análisis sugiere que la diferencia de longevidad entre mujeres y hombres no es solo producto de la cultura, el estilo de vida o el acceso a la salud, sino que responde a un patrón biológico profundo.