Un equipo de geocientíficos de la Universidad Tecnológica de Nanyang, Singapur, descubrió un fenómeno sísmico sin precedentes: un terremoto que se extendió 32 años, el más lento y prolongado que se haya registrado hasta ahora.
Este hallazgo se realizó a través del análisis de un coral antiguo, que detalló la sutil y constante actividad de las placas tectónicas a lo largo de más de tres décadas, culminando en un terremoto de magnitud 8,5 que sacudió a la isla indonesia de Sumatra en febrero de 1861.
Este tipo de terremotos, conocidos como eventos de deslizamiento lento, desafían la noción común de los sismos de corta duración y abre nuevas interrogantes sobre la duración y la naturaleza de la actividad tectónica terrestre.
Este descubrimiento, publicado en Nature Geoscience, sugiere que el evento no fue un incidente aislado, sino el punto final de un «terremoto lento», el más extenso registrado hasta la fecha.
Emma Hill, geodesista y coautora del estudio, señaló la inesperada duración del evento, mientras que Rishav Mallick, el principal investigador, advirtió sobre la observación de fenómenos similares en la actualidad, lo que indica que tales eventos no son exclusivos del pasado.
¿Por qué ocurren los movimientos sísmicos?
Los movimientos sísmicos ocurren debido al estrés que se acumula entre dos placas tectónicas cuando se presionan mutuamente.
Esta tensión se disipa comúnmente a través de un temblor abrupto, generando vibraciones percibidas en la superficie. Sin embargo, existen casos excepcionales donde el movimiento tectónico es gradual y sutil, con vibraciones de frecuencia tan baja que sólo pueden ser detectadas mediante instrumentación especializada y altamente sensible.
Terremotos lentos
Los «terremotos lentos», así denominados por su gradual liberación de energía, contrastan con los sismos convencionales por su capacidad de persistir por días, meses o incluso años sin representar un peligro inmediato.
Sin embargo, la acumulación gradual de tensión podría desencadenar temblores de mayor magnitud en áreas cercanas.
Estos hallazgos se basan en un indicador poco convencional: los corales, específicamente la especie Porites, cuyos patrones de crecimiento registran los cambios del nivel del mar y, por ende, la actividad tectónica subyacente.
Esta nueva perspectiva sobre los movimientos de la tierra a largo plazo es crucial para comprender y potencialmente predecir los riesgos asociados a los terremotos lentos.
Además, este estudio aporta a la mejor comprensión de la complejidad de los sistemas tectónicos y la necesidad de monitoreo continuo, como explica Emma Hill: «Cuando creemos que entendemos la tectónica, la Tierra nos manda otra sorpresa».
El reconocimiento de estos terremotos lentos y su impacto potencial es un tema de gran interés en la geofísica contemporánea. Aunque la tecnología actual permite un seguimiento más preciso de estos eventos, el registro natural ofrecido por los corales es invaluable, particularmente en regiones donde la instrumentación es limitada.
Los resultados ya están reformulando las estrategias de vigilancia y prevención, subrayando la importancia de la recopilación de datos a largo plazo y el estudio de la tectónica terrestre en toda su complejidad.
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