Opinión

Una tarde en el dentista Por Tebni Pino Saavedra Periodista

Tebni Pino Saavedra, Periodista

Corresponsal internacional, Post grado en Ciencias Sociales y dirigente del Regional Valparaíso del Colegio de Periodistas de Chule.

Debo señalar que de hipocondríaco, no tengo nada. Es verdad que cargo todavía con la fractura de una muñeca, pero como todos saben, accidente no es enfermedad.

Algo similar ocurre con los problemas dentales. Sólo nos acordamos de esos profesionales de delantal blanco y risa enigmática cuando el dolor se torna insoportable y los remedios caseros, tal como el aguardiente en la taza que forma una carie, es absolutamente inútil.

Y es precisamente cuando decidimos tomar el teléfono cuando comienza el drama. De manera casi invariable, «el doctor no tiene hora para hoy», nos responde una voz suave, similar al de la muchacha que anuncia la salida de los vuelos en cualquier aeropuerto del mundo.

En esas circunstancias, diga usted amable lector si no es verdad que la maldita muela duele más… ¿o no?

Si el dentista ha sido motivo de anteriores visitas, su dirección no acarrea mayores problemas.

Pero nadie sabe explicar por qué al salir de un ascensor, tomamos siempre camino del lado equivocado o el famoso numerito que indica tratarse de una clínica (cosa rara, ¿por qué se llaman clínicas si son tan chicas?) no está del lado izquierdo o derecho y, aún tomados del temor, damos toda la vuelta al edificio hasta encontrar el local correcto.

Ilusos, llegamos cinco minutos antes de la hora marcada

¿Para qué?

La generalidad indica que debemos esperar, cuando menos, 30 o 60 minutos para que nos atiendan. Un canasto nos guiña un ojo cómplice como diciendo:

«Hey, mírame. Estoy repleto de revistas. Yo te entretengo mientras dura tu espera». Con suerte, agarramos una revista de un año de antigüedad… o bien ofertas de liquidaciones de esas que van insertas en El Mercurio… de dos domingos atrás.

Pero cuando intentamos completar las palabras cruzadas, no encontramos un solo cuadrado en blanco. Peor.

Otros lápices ya lo han completado, aunque las palabras correctas no aparecen en ningún sinónimo que nos exige el autor de la jerigonza.

Es en las clásicas revistas de sala de espera que nos enteramos que Cecilia Bolocco, por ejemplo, parece que anda en amoríos con el ex presidente Menem y que la historia de la entrevista con Fujimori, no tenía ningún otro objetivo que la entrevista misma.

Declaraciones de amigos y cercanos a la diva, enfatizan con indignación que «ella» jamás colocaría sus bellos ojos en el ex mandatario argentino porque es demasiado viejo y que la historia de Fujimori no pasa de invenciones de periodistas que no tienen nada que hacer».

La hora crucial, entre tanto, se acerca a pasos agigantados

Ya pasaron todas las personas que nos antecedían y la puerta se abre como invitando a reflotar nuestro más escondido sentimiento masoquista.

Es verdad, la muela dolía. Dolía en la micro o en el auto. Dolía mucho más en la cama cuando la noche se hacía presente y las horas contadas para extirpar de raíz el dolor parecía más con un sueño que la pesadilla del insomnio.

Milagro: Ahora la muela no duele: un sistema de autodefensa se interpone entre la carie y la máquina de sonido infernal, mezcla de betonera y taladro de construcción.

¿Cómodamente? Sentados en la silla del dentista, nuestra boca es enteramente ornamentada por bellos pedazos de algodón y el show comienza cuando, sin poder articular palabra alguna, el profesional nos pregunta si hace mucho tiempo que no examinamos nuestra dentadura.

«¡Mfjjj!» es lo que alcanzamos a decir.

«¿Qué cree usted que va a ocurrir en Afganistán? Porque yo pienso que Osama va a ser preso en cualquier momento», pregunta/afirma.

Nuestra respuesta, para variar, es algo parecido a «Mfjjj». «Y el Wanderers, ¿cree que el Wanderers va a ser campeón?» y nuestro diálogo continúa con nuestro clásico «Mfjjj» como única respuesta.

Al terminar el tratamiento y, como corolario de anestesias, extracciones, curaciones o conductos tapados y delante de la cuenta, juro, no tuve más palabras para reclamar que con la ya conocida «Mfjjj».

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