Política

Víctor Maldonado R.: Hay solo una carta cuando Chile está primero

Santiago, Chile.

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

Ahora se está diciendo en papel lo que ya antes era línea política: la derecha se presenta unida para evitar verse incluida en un texto de unidad transversal.

El escenario nacional sufre tal deterioro que se hace posible que cada cual escriba por separado que ha aprendido la lección de la crisis de 1973, cuando por una división profunda se reemplazó la búsqueda de acuerdos por la violencia.

Como se trata de un mal momento de la política chilena, nadie se lamenta de no haber superado las diferencias y se ven cómodos firmando con los más cercanos.

La razón no encontrada para salir del metro cuadrado propio es el problema de fondo. Se aprecia, por contraste, cuando alguien inesperado navega contra la corriente. El recién retirado comandante en jefe del Ejército, Ricardo Martínez, publicó el libro “Un Ejército de todos”, que resulta claro, valiente y orientador.

No lo digo por algo que ya resulta impactante: el reconocimiento de los crímenes y delitos cometidos desde el golpe de Estado hasta el fin de la dictadura. Eso es encontrarle la razón a alguien porque piensa como nosotros.

Lo que importa es el razonamiento de trasfondo. Pocas veces es posible para un civil un acercamiento tan directo a la mentalidad de un prestigioso uniformado que es militar hasta la médula.

Martínez tiene muy claro lo que es para él el Ejercito: una institución que pertenece a Chile para su defensa y protección, no el patrimonio de un caudillo.

El excomandante en jefe está muy orgulloso de sus conocimientos y lo dice con más palabras, pero en su concepto el Ejercito es una institución que funciona en base al honor, la organización y la disciplina, y su diferencia específica radica en el honor, sin lo cual “se puede constituir en banda delictual”.

Es a través de esta visión que Martínez mira el papel de Augusto Pinochet en los atroces hechos que nunca niega y que constata como sucesos comprobados. A partir de allí la coherencia es absoluta: la responsabilidad la tiene el mando y el mando era Pinochet porque de él emanaban las decisiones.

La perspectiva tiene mucho interés porque su análisis no es político, sino profesional, si se quiere. Traduciéndolo a un lenguaje civil, lo que relata en un libro corto, pero en el que no sobran las palabras, es que el golpe en el país fue acompañado por otro al interior del propio Ejército.

¿En qué consistió este golpe? En involucrar a la institución en los crímenes que se estaban cometiendo, de manera que ya no quedó más que una honda ruptura con la tradición anterior y se tuviera que seguir a Pinochet atados a su destino.

La llamada “caravana de la muerte” de Arellano Stark tuvo este doble propósito. En lo que siguió, la responsabilidad continuó radicando donde mismo y los recién creados órganos represivos reportaban directo y a diario a Pinochet.

Sobre los responsables del golpe, Martínez destaca el papel de los lideres civiles: “ellos son los que no pudieron transar sus posiciones y las llevaron a un nivel tan alto”. Martínez encontró una razón para escribir: fortalecer el Ejercito como institución, algo que le importa más que su destino personal. ¿Cuál es la falla de hoy?: que la democracia es puesta en segundo lugar, después de los intereses particulares y de grupo. Por eso hay muchas cartas y tan poco que decir.

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