Política

Víctor Maldonado R.: Nuestro baile es la cueca y la derecha se quedó con la fonda

Santiago, Chile.

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

Como diría Winston Churchill, “la tormenta se cierne” sobre el Consejo Constitucional. No es que estén todas las puertas cerradas, pero cada vez son menos las que quedan abiertas. Lo peor es que nada de esto resulta inevitable y una posibilidad histórica de acuerdo nacional corre el serio riesgo de ser postergada por el predominio incontrarrestado de visiones parciales y sectarias.

Cada cual tiene su estilo. La izquierda se tiró al precipicio en medio de una algarabía de bombos y platillos, ostentando la mayor informalidad posible y convencida de estar tocando con la punta de los dedos un futuro esplendoroso.

Luego, hemos pasado a Versalles y a la resurrección de los pelucones. Esparciendo talco y en medio de exquisitas formas, estamos llegando donde mismo. Aquí se lanzan al vacío, previo gesto de refinada cortesía.

Quién sabe que es peor. El asunto es que nos llegó un peñascazo envuelto en una primorosa bolsita de seda, pero que duele igual. La explicación infantil de que las “redacciones comunes” llegaron a última hora y por eso no fueron discutidas como se hubiera querido es tan mala que agrava la falta.

Quienes, dentro de la oposición, se dan perfecta cuenta de lo que está pasando es la centroderecha. Lo sabe porque hace poco encabezó una exitosa campaña por el rechazo y está consciente de que el sectarismo desembozado es pan para hoy y hambre para mañana. Y lo será de nuevo ahora, cuando se pasan por alto todas las señales de alerta.

¿Queda abierto algún camino para la oposición? Sí, la centroderecha podría reunirse con Republicanos e identificar los puntos que tengan en común, descartando excesos y negociando sobre esta base con el resto.

Pero no se saca nada con emplear este procedimiento si lo que ocurre es que, en este encuentro, son los moderados los que se contagian de radicalismo o se dejan usar. Nuevamente, se presenta esa recurrente falta de liderazgo que parece un mal que se está asentando en la política chilena.

La unidad de propósitos ha de ser para confluir, no para marcar fronteras. Habrá que recordar, después, que el distanciamiento ha empezado con gestos simbólicos innecesarios y sin advertencia, como la declaración del rodeo como emblema nacional, pero es de suponer que no se quedará allí.

Hay que señalar que nos encontramos en las primeras votaciones, la de los artículos más genéricos y de fácil despacho y que, aun así, han aparecido los tropiezos buscados. La dinámica que se está generando no augura nada bueno.

Se paga el precio de una evaluación inicial de Republicanos, según la cual no hay forma que pueda perder en el debate constitucional porque si impone su voluntad, terminaremos con una constitución muy de derecha y si eso no sucede, nos quedaremos con la actual que es lo que quería desde el comienzo. No es así porque la diferencia es que dejarán sus huellas en un quiebre.

Si se intentan imponer, mostrarán su ineptitud para conducir un país acostumbrado al diálogo y a la búsqueda de acuerdos. En el plebiscito anterior, el descontento ciudadano se canalizó en la opción republicana, pero nadie dijo que la rueda de la fortuna esté clavada. Nadie es dueño del descontento.

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