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Y… ¿Cómo quedó el otro, huevón? Por Tebni Pino Saavedra

Tebni Pino Saavedra, Periodista

Corresponsal internacional, Post grado en Ciencias Sociales

Si algo le falta a este país, es humor e ironía. El genio y la mordacidad han sido arrebatadas por la irritación y la gravedad. Por ello el aporte de Tebni (el nombrecito) y su casi manco esfuerzo se destacan y aplauden (bueno, al menos, se agradecen).

Debo confesar, en primer lugar, que me llamo Tebni. Y esto de llamarse Tebni es casi lo mismo que andar todos los días con un brazo enyesado.

El nombrecito y el brazo enyesado generan, luego de escuchado, o visto, la misma reacción. ¿Cuál es el origen de tu nombre… qué te pasó?.

Sí, porque en un país de preguntones profesionales, la interrogación puede tener -a mi modesto modo de entender- dos grandes categorías.

La primera, curiosidad. La segunda, la solidaridad.

Pero ¿por qué tantas vueltas? dirá el lector. Y con toda razón. Ocurre que además de llamarme como lo dije antes, tuve la mala pata de caerme y fracturarme la muñeca izquierda.

Conclusión: continúo llamándome Tebni y para empeorar, ando con un brazo enyesado. Claro, dirá usted, y a mí ¿Qué me importa?

Yo pienso que debería importarle. Primero, porque al preguntón solidario usted lo reconoce inmediatamente.

Pone cara de pena (o algo parecido) y le solicita al enyesado el máximo de antecedentes de cómo ocurrió el accidente.

Es más; recomienda un traumatólogo conocido, «una eminencia, mi amigo, le achunta altiro a tu problema», como si constatar la fractura fuera lo mismo que hacer un gol.

Pero esta clase de preguntones (sin ofenderse, por favor), es generalmente bien intencionado.

Quiere mostrar su buena disposición, cuenta su propia experiencia (o una muy cercana) y si le pides para que te ayude a subir el cierre del pantalón cuando la conversación se genera en un baño, se corre olímpicamente porque sus hormonas le impiden ser todo lo sincero que sus palabras prometían.

Ahora (y por lo mismo le reitero al lector que el tema sí debe interesarle), el que realmente es peligroso, es el preguntón curioso.

Este espécimen es habitualmente el chistoso de la oficina, del curso, del club. Para empeorar, es horripilantemente poco creativo.

Si no, que desmientan una pequeña encuesta que decidí hacer sin contársela a mis encuestados, obviamente.

Como ya cargaba con el estigma del nombre, deduje rápidamente que el primer día de trabajo sería un verdadero festival de explicaciones.

Lo que no imaginaba, era que después del tercer encuentro con algunos colegas, ya la lista de: «Y… cómo quedó el otro, huevón?» empezaría a encabezar las frases hechas por un «creativo» algún día e irremediablemente repetidas por los preguntones curiosos.

Así, al cabo de una semana, mi encuesta personal o, más bien dicho, mi registro de expresiones frente a la blancura de mi brazo izquierdo, quedaría, sin exageraciones de la siguiente manera:

¿Cómo quedó el otro? (77 oportunidades)
Pa’ la otra mete bien la mano (55)
¿Te pegó tu mujer? (32)
¿Qué te pasó?

Y todo ello, a pesar que, como declaro al inicio de estas reflexiones, me llamo Tebni.

NOTAS DEL DIRECTOR:

1.- Donde el Autor escribió «h….», el Director completó: «huevón», comprendiendo que había que ayudar a un colega con el brazo fracturado.

2.- El Autor se fracturó el brazo izquierdo… de seguro, si pudiera elegir, hubiera elegido la extremidad derecha, en fin.

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