No era cualquier elección, no. Se trataba de determinar quién asumía la administración de la región más importante del país.
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Un mismo apellido, dos visiones, dos historias, dos proyectos distintos.
Y así se enfrentó esta reñida elección. Algunos miraron desde la perspectiva de un plebiscito a la actual administración del país. Otros desde la perspectiva de la gestión territorial, lo que se necesita para Santiago.
LAS FAKE NEWS
Las estrategias comunicacionales fueron también distintas. Uno llamó a la integración, el otro a la confrontación.
Las fake news volaron el día anterior a la elección. No fueron lo suficientemente duras para minar lo que el electorado había determinado. La apuesta fue a la experiencia, la serenidad, la integración y los puntos de encuentro.
Claudio Orrego transparentó esas cualidades y, a pesar de las fake news, esa mirada se impuso entre los electores.
Pareciera que el país está centrando su big ben… dejó de ir de extremo a extremo y busca su centro. La violencia verbal, ha sido superada por la racionalidad, se ha impuesto aquella que llama a mirar el bien común por sobre el bien de sectores determinados, cualesquiera que sean ellos.
¿Nuevos tiempos? Quizás, más bien ojalá
Y no es adscribir a una posición política determinada, es adscribir a un modo de entender la política desde lo político. Desde el bien común y no desde el bien individual.
El estatus de independiente fuera de acuerdo fue un aspecto clave para fortalecer la ventaja de Claudio Orrego en esta segunda vuelta. Su campaña contó con el respaldo de una variada selección de alcaldes que dirigen la mayor parte de la región metropolitana y contó con el apoyo de diversas figuras que actualmente forman parte de la oposición.