El arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí, se pronunció respecto al debate en la política sobre la posibilidad de reabrir la discusión sobre la pena de muerte.
El tema surgió cuando la candidata Evelyn Matthei lo planteó después del asesinato de un matrimonio en Graneros, sugiriendo que se debería volver a discutir la opción de la pena de muerte en Chile que fue eliminada en 2001 como una medida para combatir la delincuencia y el crimen organizado.
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No obstante, varios políticos respondieron que dicha medida no es viable. Una de ellas fue Carolina Tohá, quien argumentó que la pena de muerte «No ha hecho una diferencia en materia de seguridad».
DEFENSA DE LA VIDA
José Antonio Kast también expresó su opinión, defendiendo con firmeza la vida «Desde la concepción hasta la muerte natural».
Desde una postura contraria, Johannes Kaiser reafirmó su apoyo a la pena de muerte, expresando: «Me alegra mucho que la candidata Matthei se haga cargo de la gravedad de la situación. Efectivamente, la pena de muerte es una sanción que creo debe reinstalarse en Chile».
CARDENAL CHOMALÍ
El cardenal envió una carta a El Mercurio, donde indicó que quienes apoyan la medida argumentan que «Es la única forma de defenderse de los criminales; que disuade a otros a que cometan el mismo delito; que es la forma de expiar los crímenes cometidos y de hacer justicia frente a hechos alevosos».
Sin embargo, afirmó que «La Iglesia se suma a la tendencia mundial de abolir la pena de muerte. Francisco el año 2018 aprobó la siguiente nueva redacción del Catecismo en esta materia: ‘La Iglesia enseña a la luz del Evangelio que la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona… y se compromete con determinación a su abolición en el mundo’ (CIC 2267)».
Además, señaló que «Las conferencias episcopales de todo el mundo han hecho un llamado ferviente por la abolición de la pena de muerte como un grave, preciso y urgente deber del Estado».
PENA DE MUERTE
Chomalí también destacó que «Con la pena de muerte se agrega a un acto de violencia otro acto de violencia que, además de cruel, resulta inútil y el Estado va más allá de los límites que concede la legítima defensa de la sociedad y de los ciudadanos».
A su juicio, este tipo de temas tan delicados deben ser tratados «En sedes académicas de manera multifactorial y multidisciplinaria, y no al fragor de tiempos eleccionarios. Es muy peligroso cuando en una sociedad que se organiza según la lógica de un Estado de derecho, la fuerza de la razón ceda ante la razón de la fuerza».
ACTO DE VIOLENCIA
De acuerdo con el arzobispo, lo que realmente debe evitarse es que «La persona que cometió un acto de violencia lo vuelva a repetir. Eliminar su vida es un acto que, también, puede tener connotaciones de venganza».
Finalmente, Chomalí destacó que es el primero en «Reconocer que un delito grave que atenta en contra de la vida del inocente merece una pena severa, pero el Estado no puede dar la señal de que la violencia es un modo de resolver los conflictos en situaciones extremas. Es más, la pena de muerte genera más violencia porque la institucionaliza y no es una forma disuasiva, como muchos piensan».
En esa misma línea, el arzobispo concluyó que la medida genera desesperanza, ya que no permite «Ninguna posibilidad de que el asesino se arrepienta, cambie y pague su culpa. Me parece que una sociedad que quiere crecer en humanidad no puede desestimar la capacidad de arrepentimiento, de dar y recibir perdón, de reparar y de volver a comenzar. Con la pena de muerte nada de ello es posible».
