Un gigantesco agujero coronal, cinco veces más ancho que el planeta Júpiter, fue captado recientemente en la superficie del Sol por el Solar Dynamics Observatory (SDO) de la NASA.
El fenómeno, que aparece en imágenes como una región oscura en el disco solar, se suma a otros dos más pequeños, formando un peculiar «rostro» en la estrella que llama la atención tanto de científicos como de observadores casuales.
Este tipo de agujeros, a pesar de su nombre, no son perforaciones reales, sino áreas más frías y de menor densidad en la corona solar.
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Allí, los campos magnéticos se abren, permitiendo que el viento solar escape con mayor facilidad hacia el espacio. Estas corrientes de partículas cargadas pueden viajar a gran velocidad y alcanzar la Tierra, provocando tormentas geomagnéticas.
Según la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica), los agujeros coronales son comunes durante los ciclos solares, pero su frecuencia e intensidad aumentan durante el llamado «Máximo Solar», periodo de alta actividad que, según los expertos, se extenderá hasta 2026.
En este contexto, el hallazgo de un agujero de semejantes dimensiones —equivalente a más de 6.000 planetas Tierra— resulta especialmente relevante.
Si bien estos fenómenos no suponen un peligro directo para la vida humana, sí pueden generar interferencias en las comunicaciones satelitales, GPS, redes eléctricas y sistemas aeronáuticos. Además, pueden desencadenar espectaculares auroras boreales y australes en zonas poco habituales del planeta.
Las autoridades científicas monitorean de cerca el comportamiento de este agujero gigante. Su evolución podría dar nuevas pistas sobre los mecanismos internos del Sol y el impacto que su actividad tiene en nuestro planeta, en medio de una etapa particularmente activa del ciclo solar de 11 años.
