Si los representantes de los 31 países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN en su conferencia en Vilna, hubieran acordado la entrada de Ucrania, se habrían obligado a ejecutar su acuerdo madre, que indica que cualquier país miembro que sufre una agresión merece una respuesta conjunta.
Aquello, en palabras dramáticamente simples, habría significado el comienzo de la tercera guerra mundial, porque si Ucrania se hubiera incorporado a la OTAN en las últimas horas todos esos Estados deberían declarar la guerra a Rusia. Jens Stoltenberg su jefe, declaró que: ¨Ucrania será invitada a la organización cuando se den las condiciones¨ en otras palabras, cuando se encuentre en paz con Rusia.
Así está el ajedrez político mundial, como en los años más tensos de la guerra fría en la crisis de los misiles de 1961 entre Estados Unidos, Cuba y la URSS. O tal vez, retrocediendo más en la historia, en las conversaciones de Munich en 1938 cuando los líderes europeos intentaron espantar los fantasmas de una guerra, acordando una ilusión de paz que luego Hitler aplastó.
Sin embargo, esta vez en el siglo 21, OTAN resuelve fortalecerse y aprobar el ingreso de Suecia, país con tradición neutral y con un gran ejército. Además, el Presidente de Estados Unidos Joe Biden se reunió con el mandatario turco Racip Erdogan, reacio en un principio a incorporar a Ucrania, en la ronda de discusiones en el mecanismo estratégico del encuentro internacional. Luego de la cita los dos mandatarios expresaron su apoyo a Ucrania y también su disposición a bregar por la estabilidad en el mar Egeo, siempre con aguas inquietas entre griegos y turcos.
