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Día del joven combatiente: génesis y apocalipsis

Mario López M. Periodista

La verdad, el dolor, el mito y hasta la leyenda, también han puesto su parte

El «Día del joven combatiente», posee una génesis y un apocalipsis. Para muchas y muchos, las sensaciones asociadas a esta fecha difieren sustancialmente.

La memoria corta asocia este día solo al asesinato el 29 de marzo de 1985, de los hermanos Rafael (18) y Eduardo (20) Vergara Toledo, quienes cayeron abatidos en la Villa Francia de Santiago, en el marco de una protesta social contra la dictadura de Augusto Pinochet.

Triada criminal

Una gran mayoría liga esta fecha a estos jóvenes, quizás, porque su conmemoración con el transcurso de los años se ha ido vinculando a episodios de violencia.

Estos marcan más socialmente que el recuerdo de tan desgraciado capítulo de nuestra historia.

Lo cierto, es que son 3 los hechos acontecidos esos mismos días.

Ellos, han constituido hitos relevantes en nuestra historia reciente y que marcaron la dictadura en Chile.

Al asesinato de los Vergara Toledo se suman el caso degollados y el crimen de Paulina Aguirre Tobar.

La muerte a manos de una patrulla de carabineros, de los jóvenes hermanos, en la Villa Francia, es el primero.

Aunque no cronológicamente.

Caso degollados

Otro desgraciado episodio, igual o más brutal y horroroso, fue el degollamiento de 3 profesionales comunistas por parte de agentes represores del régimen de Augusto Pinochet.

Horas antes de la muerte de los Vergara Toledo, durante la mañana del jueves 28 de marzo de 1985, comenzó a desarrollarse un vil plan de la dictadura.

El 28 de marzo de 1985, el publicista, pintor, diseñador gráfico y miembro de Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH), Santiago Nattino Allende, fue secuestrado cerca de su domicilio.

En la intersección de las calles Apoquindo con Badajoz, en Las Condes, fue abordado por un sujeto que lo encañonó e hizo subir a un vehículo que esperaba en la esquina.

Al día siguiente, pasadas las 8:30 horas y no muy lejos de allí, el siniestro plan de los servicios de represión de Pinochet, asestaría otro golpe.

Mientras recibía a los estudiantes del Colegio Latinoamericano de Integración (ubicado en avenida Los Leones 1401, Providencia), fue secuestrado el profesor, inspector escolar y dirigente de la AGECH, Manuel Guerrero Ceballos.

En ese mismo momento y lugar, el sociólogo y jefe de Análisis de la Vicaría de la Solidaridad, José Manuel Parada Maluenda, quien era también apoderado de ese establecimiento educacional y a esa hora llevaba a sus hijos a clases, era también secuestrado.

La Dirección de Comunicaciones de Carabineros tras los crímenes

Los 3 opositores a la dictadura, serían asesinados al día siguiente.

Los autores del fatídico asesinato, se determinaría más tarde en sede judicial, eran agentes de la Dicomcar.

Una agencia de inteligencia de carabineros que se dedicaba a perseguir opositores y a exterminar de manera perversa.

El objetivo, causar pánico, pavor entre los contrarios al régimen, que se movilizaban socialmente.

Fueron eliminados, degollados, en razón de su militancia y las actividades que realizaban, en violación de sus derechos humanos.

Abandonados en un lugar público para que fueran encontrados y así generar el efecto de advertencia, a quienes osaban oponerse.

Más antecedentes del caso degollados AQUÍ

Otro hecho, terminaría de marcar esta aciaga jornada en Chile

Esa misma noche del 29 de marzo de 1985, en la comuna de Lo Barnechea, fue asesinada por agentes de la CNI la militante del MIR Paulina Alejandra Aguirre Tobar.

La Brigada Azul de la CNI era la encargada de seguir de cerca a los militantes del Mir. Una de ellas era Paulina Aguirre Tobar (“Luisa”), de 21 años.

Arrendaba desde comienzos de 1985 una cabaña de madera en el interior de una parcela, en calle Pastor Fernández 16.100, en Lo Barnechea.

Un desgraciado hecho

El terremoto del 3 de marzo agrietó la única pared de cemento de la vivienda habitada por Paulina. La joven se trasladó mientras se arreglaba la cabaña, a la casa de su abuela, en la Villa Cumbres Andinas, en  Macul.

El 27 de marzo, los maestros que efectuaban las reparaciones debieron derribar la pared dañada y en el interior de un tabique de madera descubrieron paquetes de municiones.

Alertaron a la propietaria y ésta dio aviso al Ministerio de Defensa. Al lugar llegó un equipo de la CNI, que dejó una guardia permanente esperando el regreso de Paulina.

El comunicado oficial

Según la versión entregada por la CNI, Paulina regresó el 29 de marzo, a las 23.15 horas. Cuando la joven abrió la puerta del antejardín, le habrían ordenado que se detuviera e identificara.

Entonces, ella habría sacado un arma de su bolso con la que  disparó a los agentes.

Al repeler el ataque, éstos la habrían herido mortalmente. El informe de autopsia registró ocho entradas de bala, dos de las cuales le atravesaron la cabeza.

La verdad era ciertamente otra

Paulina pereció al instante.

La investigación reveló que Paulina estaba desarmada y que la asesinaron a sangre fría.

Ema Verónica Ceballos Núñez, perteneciente a la Armada y agente de la CNI, permitió conocer la verdad.

Ceballos declaró que un agente, “El Paco Aravena”, se jactó del asesinato de la joven mirista.

Acribillada

Ema Ceballos reconoció luego al “Paco Aravena” en una serie de fotografías que le mostró el juez Juan Guzmán Tapia, identificándolo como Miguel Ángel Soto Duarte.

Resultó ser el agente que disparó las balas que provocaron la muerte inmediata de la muchacha. Cuando ya había caído, los agentes Alejandro Astudillo Adonis y Jorge Andrade Gómez le siguieron disparando.

Según el expediente de la causa, Álvaro Corbalán y el entonces capitán Krantz Bauer, dieron las órdenes, monitorearon el “operativo” y se encargaron del montaje posterior para simular un enfrentamiento.

El 20 de julio de 2005 el ministro en visita Jorge Zepeda dictó condenas contra cinco ex agentes de la CNI, como responsables del homicidio calificado de Paulina Aguirre Tobar.

Hechos distintos y unidos por la tragedia, fueron mutando al Día del joven combatiente

Pero volvamos al caso de los hermanos Vergara Toledo, aquel que se asocia de manera preferente a esta fecha.

El 29 de marzo de 1985, en las cercanías de la Estación Central, en el centro de la capital, Rafael y Eduardo Vergara Toledo fueron asesinados por una patrulla de Carabineros.

La versión oficial y de la sumisa prensa

Las informaciones de la obsecuente prensa de la época, basada en el parte policial, señalaban: «Un funcionario de Carabineros resultó herido y dos civiles, con antecedentes delictuales fueron abatidos.

Ellos perecieron anoche durante un enfrentamiento registrado en La Villa Ferroviarios, en el sector de Las Rejas con Cinco de Abril de esta capital.

De acuerdo a lo informado por fuentes policiales, el carabinero herido es el cabo, Marcelo Muñoz Cifuentes.

Los antisociales abatidos fueron identificados como Rafael Vergara Toledo de 18 años y Eduardo Arturo Vergara Toledo, de 18.

Las primeras informaciones indican que alrededor de las 19.15 horas los dos delincuentes asaltaron un negocio en la Villa Kennedy, huyendo.

Interceptados por la policía, que los persiguió hasta la Villa Ferroviarios, se produjo el enfrentamiento a balazos».

La evidencia judicial

El 2008 los responsables fueron condenados por homicidio en primera instancia.

Los carabineros que asesinaron a los hermanos Eduardo y Rafael fueron sentenciados en agosto del 2010 por la Corte Suprema, la que rebajó las penas.

Los policías Alex Ambler Hinojosa y Francisco Toledo Puente recibieron siete años de prisión y Jorge Marín Jiménez recibió la condena de 10 años y 1 día de presidio, pero en febrero de 2017 la misma Corte Suprema le concedió el beneficio de la libertad.

La memoria histórica

Este hecho, el que verdaderamente da origen al denominado Día del Joven Combatiente, ha ido postergando los otros dos crímenes de lesa humanidad, igual de graves.

Tras la muerte de los hermanos Vergara Toledo, testimonios de la época, muchos de ellos consignados en sitios de Memoria y en medios de izquierda, han ido reconstruyendo los hechos.

La verdad, el dolor, el mito y hasta la leyenda, también han puesto su parte

«Parece que Rafael no murió inmediatamente. Parece que lo arrastraron, los juntaron y Rafael, el más chico, estaba vivo todavía y estiró la mano para tomar a su hermano y ahí murió…

Para mí eso me da una gran satisfacción… como los hijos, los hermanos… es posible que se quieran tanto de dar la vida por el otro; de tratar de acercarse… eso para uno como padre realmente lo hace sentirse bien».

«Sospechosos»

“No entendemos por qué ese día ellos estaban juntos. Creemos que se juntaron por algo efectivo.

Estuvieron todo el día en el sector, mucha gente los vio, visitaron amigos y familias. Sabemos dónde tomaron desayuno, sabemos que Rafael jugó con algunos niños.

Después supimos que la Tenencia Alessandri recibió una llamada telefónica a las siete y cuarto de la tarde sobre la presencia de sospechosos en el sector».

Asesinato a sangre fría

“Carabineros ordenó que se detuvieran y según algunas personas, no se detuvieron… arrancaron, el furgón los siguió pidiendo refuerzos.

Los acorralaron y un carabinero disparó obligándolos a huir hacia donde los estaban esperando y ahí los acribillaron.

Eduardo murió instantáneamente, Rafael quedó herido, subido al furgón y rematado ahí».

Una eucaristía estremecedora

Un sacerdote diocesano, Roberto Bolton, relataría luego su versión de los hechos:

«Al atardecer del día 29 de marzo de 1985, en los sectores populares de la ciudad de Santiago, donde se esparció como un reguero de pólvora la noticia: ‘mataron a Eduardo y Rafael Vergara’, se produjo una especie de espasmo de tragedia, de dolor, de indignación y de impotencia. Carabineros había asesinado a dos de los mejores y más queridos elementos de la juventud de la zona oeste de la capital”.

“La eucaristía que celebré al día siguiente en la Villa Francia, en el pequeño altar que situamos entre los dos cuerpos, es la más estremecedora que he celebrado en casi cuarenta años de sacerdote”.

De a poco, se fue imponiendo el apocalipsis al génesis

El funeral, marcaría un antes y un después. A pesar del miedo de entonces, cientos de personas concurrieron a la eucaristía y al cementerio.

Marcha lenta y dolorosa. También rebelde.

Cada año en estas fechas, se conmemora el crimen. Romerías, oraciones, gritos y banderas, fueron de a poco mutando en fogatas, piedras, saqueos y hasta balas.

También dolor, rabia y represión

Ritos al principio encabezados por por Manuel y Luisa, sus padres, pasaron a serlo por encapuchados, muchos ajenos a lo que se conmemora, empotrados en desobediencia, violencia e insurrección.

Los represores de luma en mano, también han mutado a Uzis, tampoco siguen siendo los mismos, han cambiado.

Desde comienzas de los 90, impera lo combatiente sobre la memoria histórica.

Más génesis menos apocalipsis

Un activismo virulento sin mucho sentido, no opaca los salvajes crímenes.

Las vidas arrebatadas son mucho más que violentos sin causa o represores sin control.

Rafael, Eduardo, Manuel, Santiago, José Manuel y Paulina, siempre vivirán en el recuerdo y serán un testimonio vivo del nunca más.

 

 

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