Política

Ganar no justificaría una tercera ola de arrogancia

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

proceso constitucional

Ganar no justificaría una tercera ola de arrogancia, señala el sociólogo y Magister en Ciencias Políticas, Víctor Maldonado R.

No hay manera de que, como país, salgamos bien el 17 de diciembre si no aprendemos de nuestros errores.

Vamos a tener que encontrarle mucho sentido a la conocida frase de Thomas Edison: “No he fracasado. Simplemente he encontrado 10.000 maneras que no funcionan”.

A nosotros nos van a tener que bastar con dos fracasos para no seguir reincidiendo. Edison podía seguir buscando porque su objetivo consistía en inventar algo de lo que no se tenía noticias.

Su genialidad era la persistencia

En el caso de las instituciones funciona distinto porque el error cometido es el mismo, solo que en sentido contrario.

Lo que no funciona en Chile es el intento de imponer el ideario de un sector polarizado por sobre el conjunto de la sociedad.

El consenso no puede ser reemplazado por el sometimiento.

En nuestro caso no cambia el error, cambia el erróneo. Solo fracasamos si persistimos en meternos en callejones sin salida.

El nuestro es un país con vocación de entendimiento, instintivamente sabemos que de la confrontación no surge un triunfo perdurable.

Nunca es tarde

Hemos sido un poco duros de cabeza en entenderlo, pero nunca es tarde para recuperar la continuidad histórica de Chile.

Lo más sorprendente es que lo que hemos vivido en estos años demuestra que un acuerdo nacional sobre nuestras normas de convivencia es posible.

Los denostados partidos políticos han llegado a identificar acuerdos fundamentales con mucha precisión. Dejaron todo encaminado para que este esfuerzo se coronara con éxito.

Los expertos constitucionalistas hicieron otro tanto

El acuerdo nacional se identificó en el camino, pero fue tomado como estación intermedia antes de un intento de imposición final.

Dos veces lo ha intentado una mayoría distinta que no pudo antes ni podrá ahora mantenerse en el tiempo.

Ya sabemos cómo una Constitución no funciona: con los ganadores del momento intentando eternizar su triunfo hasta el fin de los tiempos.

En las constituciones más sólidas conocidas todos buscaron balancear el poder, garantizar el respeto de sus derechos y que nadie se llevara el país para la casa.

Resulta comprensible que muchos consideren que la estabilidad del país no es compatible con un permanente debate sobre normas fundamentales, pero no se puede cerrar un proceso en ausencia del consenso amplio.

Esa opción no existe

El acuerdo que debemos alcanzar el 17 de diciembre, apenas se sepan los resultados, es que nadie se debe dar por ganador y sobre esa base intentar de nuevo vencer a una parte importante de nuestros compatriotas.

Este es un caso en que no se gana sin los adversarios y mucho menos en su contra.

A lo que tenemos que renunciar es al intento de encontrar un texto nuevo de principio a fin porque no es cosa que nuevos arrogantes descubran una tercera forma de sectarismo.

No importa quién lo intente, ya sabemos cómo se termina

Hay que reconocer que lo que nos sale mejor es el perfeccionamiento continuo de nuestra Carta Fundamental, antes que su cambio súbito y casi mágico.

Aquí la cordura consiste en tender puentes entre izquierda y derecha para que este convencimiento sea compartido y la estabilidad surja del término de un periodo extraordinario de búsquedas refundacionales.

La estabilidad es el reencuentro.

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