Política

La Santa Inquisición se instala en la derecha Por Víctor Maldonado R.

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

No hay peor guía que el que no sabe para dónde va. Quienes se radicalizan no fijan una dirección, lo que se busca es hacerles la vida difícil a los adversarios.

La Santa Inquisición se instala en la derecha Por Víctor Maldonado R.

A veces la derecha da la impresión de que, en vez de ser dirigida, está siendo arrastrada. Cuando debiera preocuparse de ofrecer una mejor alternativa de gobierno, parte de su dirigencia concentra esfuerzos en una competencia interna por quién se muestra como la oposición más dura al oficialismo.

Elegir radicalizarse a todo evento no tiene una justificación en sí misma. Por ahora, la centroizquierda está muy lejos de estar haciendo méritos para establecer una verdadera competencia presidencial. Se anula por sí misma.

La administración de Boric pasa por su peor momento en las encuestas. No parece tener la posibilidad de obtener acuerdo en ninguno de sus temas emblemáticos. El gobierno se ve restringido a conseguir aquellas reformas que son del gusto de la derecha y ninguno de sus propósitos originales.

Si el gobierno no está siendo una amenaza electoral o política, no se entiende por qué el foco de la oposición deba ser mantenerlo bajo un asedio constante.

Lo que están afrontando las directivas de los partidos de derecha es una rebelión de parte de su dirigencia intermedia. Quieren obligar a sus líderes formales a plegarse a sus dictámenes. Son alérgicos a cualquier disciplina.

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Tal parece que la Santa Inquisición no ha muerto. Y los herejes son denunciados en público para su mayor escarnio. En RN, la diputada Camila Flores critica al presidente de su partido, Rodrigo Galilea, por ser dialogante con el gobierno.

En opinión de Flores el presidente de su colectividad «ha dañado bastante a RN», mientras que Republicanos y la UDI muestran cómo debiera actuarse: siendo una oposición más firme y categórica. Galilea, en cambio, es un entreguista. Con evidente repulsión, la diputada Flores dice que al presidente de RN “le gusta esta cosa de negociar, los grandes acuerdos y ponerse de acuerdo con el Gobierno».

No hay peor guía que el que no sabe para dónde va. Quienes se radicalizan no fijan una dirección, lo que se busca es hacerles la vida difícil a los adversarios.

La oposición está teniendo un comportamiento más agresivo del justificable y se mantiene como permanente hostigador del gobierno por personas como Flores. Si los papeles se cambiaran y llegan a estar en el poder, todo lo que hacen se les volverá en contra, pero eso no les quita el sueño.

Lo característico de estos personajes, ahora tan frecuentes, es que odian mucho y miran corto. La destrucción del enemigo importa más que el daño que puedan causarle al país. Para ellos el largo plazo es la próxima elección y, en vista de que les vaya bien, quieren hacerse gratos a sus electores al radicalizarse.

Algunos entienden la política como un ejercicio de demolición y no de construcción. Los que estudian las democracias en riesgo, como Levitsky y Ziblatt dicen, con razón, que una de las características de los líderes autoritarios es que “niegan la legitimidad de los oponentes”. En democracia están de visita.

Es una forma de hacer política que se desentiende de las consecuencias que tienen las acciones que se emprenden. Actuando así, lo que se consigue es que el proyecto que se le presente al país pase a un segundo lugar porque la construcción de mayorías requiere entenderse con los adversarios. Los intolerantes son adversarios de todos y la Inquisición tiene hogueras para todos.

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