Política

Víctor Maldonado R.: Pegados con engrudo, disueltos sin ceremonias

Santiago, Chile.

Víctor Maldonado R. Sociólogo

La debilidad de los partidos oficialistas se expresa en las pocas acciones que pueden emprender al mismo tiempo. La prensa acaba de informar que Apruebo Dignidad ha dejado de existir, en medio de un olvido general.

Alguien se percató de que hacía tiempo que no se tenían actividades y que, incluso, no hay certeza de cuándo fue la última oportunidad en que se reunieron.

La informalidad llega hasta el proceso de extinción. Esto podría explicarse por la reestructuración del Frente Amplio, proceso que pasó a ser importante luego del colapso producido por el “caso convenios”, pero no basta.

Este grado de desinterés compartido muestra que lo que se presenta como una agrupación es más bien una etiqueta, que se pone y se saca sin que importe demasiado. Uno tiene que tomarse en serio para que los demás lo hagan.

Queda aquí en evidencia el punto débil más notorio del oficialismo y la razón de su falta de iniciativa unitaria. Nos encontramos con una relación política invertida. Regularmente lo que ocurre es que son las coaliciones las que le dan sustento a un gobierno, pero, en esta ocasión, tenemos un gobierno que da motivo de existencia (fantasmal, en parte) a sus coaliciones.

De más estará decir lo que ocurrirá cuando la administración Boric termine, porque si fue el éxito electoral lo que produjo una especie de amalgama, más virtual que real, ocurrirá exactamente al revés en caso de derrota.

La izquierda se conoce muy bien y sabe exactamente lo que está pasando, aunque tal vez no se dé cuenta a cabalidad hasta donde su debilitamiento coloca la sobrevivencia en el centro de la motivación de sus acciones.

Ahora, los diputados de RN se encuentran criticando la reanudación de la gira de la ministra Jara en apoyo a la reforma previsional. Esta crítica no tiene ningún fundamento; los ministros tienen la obligación de informar a la ciudadanía sobre las iniciativas más importantes de gobierno. Ese no es el punto interesante.

La ministra está recurriendo a las visitas a terreno para animar a sus propias huestes en defensa de la posición oficialista, a sabiendas de que la reforma se resuelve en el Parlamento. A nadie se le hubiera ocurrido que se hiciera otro tanto en el caso de las 40 horas laborales porque allí se ganaba.

Si la principal figura de la negociación de la reforma visita a los convencidos para animarlos en directo, es porque sabe que lo que se conseguirá es muy poco o nada y resulta indispensable que el gobierno salga al rescate de su base de apoyo. Nuevamente, la relación de respaldo se da en sentido inverso.

Trascurrido el 40 por ciento del periodo de gobierno, ya es posible evaluar lo que será su trayectoria. Hace más de 50 años las presidencias de Frei y Allende emprendieron reformas y afectaron los intereses más sensibles de la derecha. Fueron grandes apuestas y por eso sabemos que este será considerado un gobierno de administración. Su impronta es retórica y sus efectos, acotados.

El gobierno no está afectando las bases del poder establecido, no amenaza a nadie, no producirá un giro significativo. Su reino son las comunicaciones. No trabaja para cambiar la realidad, sino para mantener su apoyo político y para ser bien mirado en retrospectiva. Lo puede hacer bien, pero ese es su límite.

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