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Volver al horror para sanar: Víctimas del encarcelamiento en dictadura visitaron nuevamente el Estadio Nacional

Santiago, Chile.

Mario López M.

Al Estadio Nacional entraron cerca de 20.000 prisioneros entre septiembre y noviembre de 1973, No todos salieron con vida y, los que lo hicieron, arrastran las marcas físicas o mentales por 50 años.

Exprisioneros que sobrevivieron al encarcelamiento del Estadio Nacional, el mayor centro de detención y tortura que existió en Chile durante la dictadura, volvieron a sentarse en los bancos de la gradería de la escotilla 8, donde hace 50 años vivieron los momentos más aterradores y siniestros de sus vidas.

EVITÉ VOLVER

Uno de ellos fue Miguel Pizarro, de 71 años, quien pisó por primera vez las históricas banquetas desde 1973 expresó que «siempre evité volver porque hacia donde mire hay dolor».

Pizarro, que desde el 1 de noviembre de 1973. día en que fue trasladado a otro centro de detención, después de haber pasado un mes ahí encerrado. No había vuelto. Tenía 21 años y era militante comunista.

«Siempre evité volver porque hacia donde mire hay dolor: ahí llamaban a la gente para torturarla; ahí me encontré con unas niñas del Instituto Nacional de Estadística que habían sido todas violadas», recuerda a EFE mientras apunta distintos rincones del recinto, hoy convertido en un sitio de memoria.

«Veo cuerpos torturados, gente con sus genitales quemados. Para mí, no es un campo deportivo, es un lugar de mucho horror», recordó.

TORTURAS QUE NO SOLO MARCAN, TAMBIÉN MATAN

Quizás, uno que impacta es el vivido por Ruth Vuskovic, quien ingresó al Estadio Nacional el 19 de septiembre de 1973, con 25 años y un bebé de 8 meses esperándola afuera. Ella ignoraba que su marido también estaba en el recinto, siendo torturado.

«Llegaron a casa de una tía a buscar a mi padre, Pedro Vuskovic, que había sido ministro de Economía de Salvador Allende y era uno de los 10 nombres más buscados por la dictadura, según el diario El Mercurio de entonces». «No encontraron a mi padre y me llevaron a mí como rehén», recuerda.

Un día, sentada en la gradería un oficial le dijo: «Mire hacia allá, en el campo, ¿ve que le hacen señas? Es su marido». Entonces se enteró de que él había entrado cuatro días antes. Era Alberto Corvalán, hijo del entonces secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán.

«Lo torturaron en el velódromo hasta casi morir», recalca. Después lo llevaron al Campo de Prisioneros Chacabuco, al norte del país, en pleno desierto, donde estuvo desde noviembre de 1973 hasta julio de 1974. «Falleció un año después en el exilio, producto de las torturas», precisa.

Hoy, con 75 años, Vuskovic visita el sitio acompañada de una amiga que también estuvo presa ahí, pero que, a diferencia de ella, es la primera vez en 50 años que entra al estadio. Dice que revisitar el lugar y recordar lo ocurrido le ayuda a «sanar heridas».

Liberada el último día del año 1973, se fue al exilio, a México, con su hijo ya de un año que –recalca– como mamá, no la conocía. Allí pasaron 15 años.

DOLOR Y TRISTEZA, TAMBIÉN ESPERANZA

Otro caso doloroso fue el que revivió Patricio Sandoval, quien declaró que «hoy hemos vivido aquí un ir y venir de dolor y tristeza, pero también de esperanza para lograr que haya justicia y que se garanticen los DDHH».

Con 24 años, Patricio Sandoval ingresó al recinto el 15 de septiembre, cuatro días después del golpe y tras pasar varios días por el Estadio Chile. Hoy, con 74, estuvo entre los 70 expresos reunidos nuevamente ahí, según la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional, organizadora del evento.

«Estudiaba ingeniería en la Universidad Técnica del Estado (UTE), hoy la Universidad de Santiago, y no militaba en ningún partido, aunque estaba absolutamente comprometido con el proceso de la Unidad Popular», explica a EFE.

Sin esperarlo, este sábado se encontró con un compañero de estudios que, como él, fue detenido el 12 de septiembre en la UTE, donde una multitud de jóvenes y profesores se habían congregado desde el día antes.

«Hoy hemos vivido aquí un ir y venir de dolor y tristeza, pero también de esperanza para lograr que haya justicia y que se garanticen los derechos humanos», expresa Sandoval. Y concluye: «Miramos hacia el futuro, pero el pasado nos acompañará hasta el último suspiro de nuestra existencia».

Al Estadio Nacional entraron cerca de 20.000 prisioneros entre septiembre y noviembre de 1973, No todos salieron con vida y, los que lo hicieron, arrastran las marcas físicas o mentales por 50 años. Volver, le ha permitido a algunos sanar, otros, solo ven muerte y dolor.

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